Desde menos movimientos oculares hasta una pérdida de capacidad para calcular distancias, los conductores se ven gravemente afectados cuando beben. Beber alcohol y conducir son dos prácticas que jamás deberían cruzarse.
Hacerlo representa una conducta irresponsable en la que no solo nos veremos envueltos nosotros, sino además quienes nos acompañen en el auto o los ocupantes de otros vehículos o también ciclistas y peatones.
La Fiscalía General del Estado abrió en 2018 un total de 110.651 procesos penales por delito seguridad vial alcoholemia, una cifra que ha aumentado considerablemente con respecto al año 2017, en el que se registraron 96.303 casos.
El Ministerio Fiscal ha hecho públicos estos datos en un informe que supone un pequeño pero útil avance del contenido completo de la Memoria que se presenta, como cada año, en el acto de apertura de Tribunales que se celebra en septiembre.
El informe revela que el 62% de los expedientes de 2018 son por consumo de alcohol o drogas al volante, con 69.121 actuaciones. Cabe destacar que el consumo de alcohol o drogas se ha convertido en el delito contra la seguridad vial que más ha crecido en nuestro país con respecto al año 2017, con un total de 9.656 casos más. También es importante destacar los 2.013 procesos que se abrieron por la negativa de los conductores a someterse a las pruebas de alcoholemia o drogas, aproximadamente 200 más que en 2017.
Este aumento de los expedientes ha provocado también una subida en el número de sentencias por estos delitos. De esta forma, en 2018 se dictaron un total de 56.473 sentencias por conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas, frente a las 50.552 sentencias de 2017. Asimismo, 2.797 personas fueron sentenciadas por negarse a realizar la prueba de alcoholemia o de detección de drogas.
¿Sabes como afecta a los conductores la presencia de alcohol en la sangre?
El alcohol puede comenzar a detectarse en la sangre apenas cinco minutos después de haberlo ingerido. Asimismo, su nivel más alto de concentración en la sangre, se da entre los 30 y 90 minutos siguientes a la ingesta. Pasado esa 1,5 horas el nivel desaparece lentamente hasta su completa eliminación.
Todo esto se basa en una curva en la que interfieren variables como el tipo de alcohol bebido, peso de la persona, si se ha comido antes, el horario en que se bebió, la rapidez con que se hizo, entre otros. Por ejemplo, si una persona bebe en unas cuatro horas, el alcohol aumenta rápidamente en la sangre en la fase ascendente. Luego de esa hora u hora y media la curva se estabiliza en lo que se llamaba una meseta. Tras ello, el alcohol comienza a desaparecer, lo que puede llegar a tardar incluso 19 horas.
El cálculo parece ser sencillo. Si se habla de un licor combinado, un vaso puede significar que un hombre (de entre 70 y 90 kilos) arroje 0,32 gramos de alcohol por litro de sangre. Para las mujeres (de entre 50 y 70 kilos) esta tasa sube hasta los 0,55 en promedio con el mismo único vaso. Siguiendo el ejemplo, con tres cócteles, el alcohol sube a 0,95 gramos de alcohol por litro de sangre en los conductores hombres y hasta los 1,65 en el caso de las mujeres. En estos dos últimos casos estaríamos en presencia de un conductor en estado de ebriedad.
Principales problemas en los conductores:
- Se reduce el número de movimientos del ojo y estos son más lentos, de manera que se recoge menos información del entorno y esta resulta ser de peor calidad.
- Se perciben peor las luces y señales, especialmente las de color rojo.
- Se deteriora la convergencia ocular, que es necesaria para calcular distancias.
- Se tiene menos certeza para calcular las velocidades propias y las del resto.
- El ojo tarda más en acostumbrarse a los cambios de luz, por lo que el deslumbramiento es cosa habitual.
- Se reduce el campo visual.
- La fatiga ocular aparece aparece con facilidad y cuesta mantener la concentración visual.
- La capacidad de atender dos fuentes de información a la vez queda gravemente afectada.
- También queda mermado el nivel de atención.
- Se altera la coordinación de movimientos y estos son imprecisos.
- Disminuye el rendimiento muscular
- Se altera el equilibrio.
Adicionalmente, en el caso de los conductores jóvenes, la conducción con alcohol va de la mano con una disminución de la sensación de riesgo, lo que se traduce en una conducción más temeraria. El exceso de velocidad aparece casi de manera inherente. En España, por ejemplo, la conducción con alcohol representa la tercera causa de muerte. Desde 2000 han muerto 17 mil jóvenes por esta causa.